sábado, 14 de marzo de 2009

EN MEMORIA DE NUESTRA LIBERTAD


20 de julio de 1810, América latina retumbó en un grito de libertad. Los pueblos unidos de la gran Colombia cerraron sus puños, alzaron sus miradas al horizonte llenos de esperanza. Sí, aquella esperanza que un libertador había regalado a un pueblo flagelado por la opresión, pasaron de ser conquistados a conquistadores, en ese tiempo. En la memoria quedaron las luchas, la sangre derramada por aquellos hombres que con su vida liberaron su patria, que con su sangre como tinta escribieron su historia, pero además queda intacto en la memoria, el pueblo liberado que olvidó su libertad. Pasaba el tiempo y parecía que un vendaval se hubiera llevado aquel triunfo, aquel pueblo que un día gritó a mil voces ¡¡¡LIBERTAD!!!, se entregaba a un desenfrenado comercio de derechos, la dignidad tuvo precio y la soberanía volvió a convertirse en una utopía.
Un hombre en 1948, soñó con devolverle a su país su autonomía, su derecho a soñar y tener nombre. Un solo hombre que no era otra cosa que la encarnación de todo un pueblo con ansias de libertad, fue suficiente para que el enemigo temblara y tuviera miedo de una revolución, y en medio de su cobardía hizo sonar la pólvora, aquella que puede matar la materia pero no los sueños, y así fue, murió su cuerpo, pero su espíritu sigue aquí.
El tiempo siguió corriendo y en la década de los 60 se escuchaban oraciones que retumbaban en las montañas, en el pueblo se oía hablar de un cura guerrillero, de un sacerdote que encontró el amor en la lucha por el pueblo. Cambió la cruz por un fusil que nunca disparó. No tuvo necesidad, su voz, su pregón retumbo en toda Colobmbia, hizo ver a los invisibles y dio sentido a la revolución, nos enseñó que EL VERDADERO AMOR AL PUEBLO SE REFLEJA EN LOS ACTOS. fue mártir, un santo para aquellos que vieron que la libertad es posible, y es luz, que aun continua siendo guía y camino para los que todavía vivimos por ella.
A finales de los 80, Colombia dividida en dos, nuevamente dio a luz a un hijo del pueblo, un soñador que mostró que por la política también está la solución, amó a su país mas que a su vida y tal vez lo hacía porque sabía que la vida tiene límite, pero la alegría, la esperanza y el amor de un pueblo sobrevivirán por siempre. Como una manzana envenenada, así estaba el país, una mitad buena, humilde y en lo que cabe inocente, esa mitad lo amaba, lo sigue amando, esa mitad vio caer su esperanza, su candidato a la presidencia, el que esperaban, un presidente del pueblo y para el pueblo. Tal vez era una muerte anunciada, la segunda casa de los que algún día sueñan con un país libre es el cementerio, pero eso no importó, ese era el precio que se debía pagar para que la gente se despertara y pensara sobre todo lo que había pasado durante décadas, han matado su dignidad, la "victoria" se la ha llevado un estado social de comercio.
Llegando a nuestros días observamos, niños muriendo de hambre, familias con una lágrima dibujada que nunca se borra, hace pensar en qué tipo de libertad vivimos. Tu vida tiene precio, solo hay algo que el Estado no ha podido comprar, solo algo, nuestra historia, nuestros sueños, nuestra esperanza, nuestras ganas de luchar por un país soberano, autónomo libre, donde nadie sea mas, o menos que nadie, donde el gris tenga color. Es posible, es realizable, es solo abrir los ojos, es solo despertar para nunca mas dormir, es mirar hacia delante, no tener miedo, dejar de ser un objeto y convertirse en un sujeto, es volver a soñar como lo hicieron Bolívar, María Cano, Gaitan, Camilo Torres, Galan, Jesus Maria Valle, Pedro León Arboleda, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro, Jaime Pardo Leal, Hector Abad Gomez, nuestros estudiantes y muchos más, es volvernos a llamar país, no colonia, es volvernos a llamar Colombia, es necesario canalizar nuestra desesperanza, es necesario hoy nuevamente buscar el cambio, es necesario proclamar nuevamente un verdadero grito de INDEPENCIA!

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